Potaje solidario 2025

El pasado 30 de noviembre, nuestra casa Salesiana de Triana volvió a demostrar que, cuando la comunidad se une en torno a un propósito común, es capaz de transformar un gesto sencillo en una auténtica experiencia de solidaridad. La celebración del Potaje Solidario 2025 se convirtió en una de esas jornadas que dejan huella: emocionan, unen y recuerdan el verdadero sentido de ser parte de la Familia Salesiana.

Este encuentro, ya consolidado en el calendario de nuestra obra, reunió a todos los ambientes que dan vida a nuestra casa: AMPA, Centro Juvenil, profesorado, alumnado y comunidad parroquial. Todos, desde su vocación y estilo propio, aportaron ilusión, dedicación y manos abiertas para que esta actividad fuera un éxito tanto humano como solidario.

El resultado económico del potaje, 2.980,20 euros, se destinó íntegramente al Proyecto Néctar Dorado, una iniciativa de la ONG Bosco Global que impulsa el desarrollo técnico, formativo y productivo de las comunidades campesinas de Independencia y Tapacarí (Bolivia). Más allá de la cifra —que habla por sí sola de la generosidad de nuestra familia salesiana—, lo más valioso fue la vivencia compartida: un día que mostró la belleza de trabajar juntos por los demás, especialmente por quienes más lo necesitan.

Una tradición que habla de nuestro modo de educar

El potaje solidario no es solo un plato compartido ni una actividad puntual: es una expresión profunda de nuestra identidad. Don Bosco nos enseñó que educar es acompañar, compartir y cuidar; que la mesa es un espacio privilegiado para encontrarse y construir comunidad; y que la solidaridad debe ser parte natural de la vida del joven y del educador salesiano.

Cada año, cuando los fogones se encienden y el aroma del potaje empieza a extenderse por el patio, se revive ese espíritu que ha acompañado a nuestras casas desde sus orígenes. Familias enteras se acercan no solo para disfrutar de un ambiente festivo, sino también para sumarse a un proyecto que da esperanza lejos de nuestras fronteras.

En esta edición, la participación fue especialmente numerosa. Desde primeras horas de la mañana, los voluntarios del AMPA, del Centro Juvenil y de la parroquia se pusieron manos a la obra: manos que cortaron verduras, que removieron el caldero, que prepararon mesas, que sirvieron los platos y que regalaron sonrisas. A ellos se sumaron alumnos y profesores que, entre turnos y actividades, pusieron su granito de arena para que todo funcionara con el estilo salesiano: alegría, organización y mucha cercanía.

Un ambiente de familia

Si algo define esta jornada es ese clima de familia que tanto cuidamos en nuestra casa. Las familias llegaban poco a poco, saludándose entre sí, encontrando a compañeros de otras etapas, a antiguos alumnos, a catequistas y animadores del Centro Juvenil. Los patios se llenaron de conversaciones, de niños jugando, de mesas compartidas y de ese bullicio alegre que solo se vive cuando la comunidad se reúne sin prisas y con ganas de celebrar.

El potaje, preparado con esmero y con cariño, fue el centro, pero no el único motivo para quedarse. Hubo actividades para los más pequeños, espacios de encuentro para los jóvenes, conversaciones pausadas para los adultos y momentos de convivencia para todos. Los animadores del Centro Juvenil ofrecieron dinámicas y juegos, los profesores compartieron tiempo con las familias, y la parroquia facilitó que la dimensión comunitaria y espiritual estuviera presente en cada instante.

Este ambiente de familia es lo que convierte al potaje solidario en algo más que un evento: es una experiencia educativa y pastoral que fortalece la identidad de nuestra casa y recuerda a todos que somos parte de algo grande, vivo y en permanente crecimiento.

La solidaridad que cruza fronteras

Este año, la recaudación del potaje se destinó al Proyecto Néctar Dorado, una iniciativa que busca mejorar la calidad de vida de las comunidades rurales de Independencia y Tapacarí, dos zonas de Bolivia donde las oportunidades son escasas y el acceso a recursos técnicos y formativos es limitado.

El proyecto trabaja en tres líneas principales:

  1. Formación técnica especializada, especialmente para jóvenes y mujeres, con el fin de mejorar las capacidades productivas y fomentar oportunidades laborales sostenibles.

  2. Mejora de infraestructuras agrarias, aportando herramientas, recursos y asesoramiento para optimizar la producción agrícola y el manejo de recursos naturales.

  3. Acompañamiento comunitario, promoviendo procesos de liderazgo, participación social y fortalecimiento colectivo.

Los 2.980,20 euros recaudados no solo representan ayuda económica; simbolizan un puente entre nuestra casa de Triana y realidades que, aunque geográficamente lejanas, forman parte de la misma familia salesiana. Cada gesto de solidaridad multiplica oportunidades, abre caminos y hace posible que comunidades enteras puedan avanzar hacia un futuro más digno.

Para los miembros de Bosco Global, este tipo de iniciativas son fundamentales: son la prueba de que las obras salesianas, sea cual sea su tamaño o lugar, pueden generar transformaciones concretas en lugares donde la necesidad es urgente. Y para nuestra casa, es una oportunidad de educar en la solidaridad real, esa que se compromete, se organiza y mira más allá de lo inmediato.

La fuerza de los ambientes unidos

El éxito del potaje solidario es, sin duda, fruto del trabajo conjunto de todos los ambientes de nuestra casa. La participación activa de cada uno demostró que, cuando se camina de manera coordinada, el resultado es siempre mayor que la suma de las partes.

  • El AMPA, con su implicación habitual, lideró la preparación culinaria: organización, logística, cocinado, reparto. Su disponibilidad y su espíritu de servicio fueron esenciales.

  • El Centro Juvenil aportó dinamismo, creatividad y alegría. Los animadores acompañaron a los más pequeños —y no tan pequeños— con actividades que hicieron del día una fiesta.

  • El profesorado, siempre dispuesto a sumar, colaboró en la organización, la atención a las familias y el apoyo a las distintas tareas del día.

  • El alumnado, con su entusiasmo, se integró en varias de las iniciativas: ayudaron, participaron, vivieron la experiencia y aprendieron de ella.

  • La parroquia, como siempre, recordó la dimensión comunitaria y evangélica de la solidaridad, poniendo en el centro el valor del servicio y la fraternidad.

Todos ellos hicieron posible que este potaje fuera no solo exitoso, sino profundamente significativo.

Un potaje que sabe a gratitud

Si algo quedó claro al finalizar la jornada fue la gratitud compartida. Gracias a quienes cocinaron, a quienes sirvieron, a quienes donaron, a quienes participaron y a quienes hicieron que este día fuera una verdadera fiesta. Gracias a las familias que acudieron con alegría, a los jóvenes que aportaron su energía, a los profesores que multiplicaron su dedicación y a la parroquia que acompañó espiritualmente toda la jornada.

Nuestra casa solo puede funcionar cuando todos aportan su talento, su tiempo y su corazón. Y eso es, precisamente, lo que ocurrió el 30 de noviembre: un ejercicio de corresponsabilidad que mostró la mejor versión de la Familia Salesiana.

Un día para recordar… y para seguir construyendo

La experiencia del potaje solidario nos invita también a mirar hacia adelante. No se trata solo de revivir un día hermoso, sino de preguntarnos cómo seguir creciendo como comunidad comprometida, cómo seguir educando en valores y cómo continuar siendo luz para otras realidades del mundo salesiano.

El Proyecto Néctar Dorado seguirá avanzando gracias a iniciativas como esta. Y nuestra casa seguirá siendo un espacio donde la solidaridad, la alegría y la fe se entrelazan para formar personas capaces de transformar la sociedad desde el espíritu de Don Bosco.

El 30 de noviembre fue un día para el recuerdo, sí. Pero también un impulso para el futuro: un recordatorio de lo que somos capaces de lograr juntos.

Desde la casa Salesiana de Triana, damos las gracias a todos los que hicieron posible esta jornada. Gracias por el esfuerzo, por la entrega y por la confianza en que, unidos, podemos seguir construyendo un mundo más humano y más justo.

Porque, en definitiva, eso es lo que significa ser salesianos: educar, acompañar y servir, siempre con una sonrisa, con una mesa compartida… y con un corazón abierto a los demás.