Durante dos semanas, los alumnos han participado en una campaña del Domund muy especial.
Un año más, la campaña del Domund ha pasado por nuestra casa. Y este año, a pesar de las circunstancias sociosanitarias que estamos viviendo, la solidaridad no ha encontrado freno en nuestra casa.
Bajo el lema “Aquí estoy, envíame”, han sido dos semanas intensas de sensibilización y motivación en todas las etapas. La campaña del Domund se ha vivido especialmente este año a través de los buenos días, ya que todas las mañanas se han ido trabajando las diferentes caras de las misiones en este momento tan especial de inicio de la jornada.


Particularmente, en este año hemos reflexionado acerca del compromiso solidario de la persona cristiana, que va mucho más allá de la aportación económica que se pueda afrontar. El cristiano no solamente colabora, sino que toma conciencia de la situación límite que se vive en muchos países en los que la COVID está dejando secuelas socioeconómicas aún más grande que las que vivimos en el primer mundo. Países en los que, por supuesto, contamos con miles de misioneros trabajando en primera línea.
Además de los Buenos Días, se han realizado otras actividades como reuniones de los delegados de solidaridad, cine solidario y sesiones de tutoría grupales específicas de la campaña. Incluso los pequeños de infantil han estado dibujando carteles que han ambientado sus clases.
Como se ve, a pesar de tantas iniciativas, hemos tenido que vencer algunas dificultades, reinventando y adaptando la campaña a las actividades que se han podido realizar dentro de las medidas de seguridad necesarias. Dentro de esas medidas, cabe destacar como se ha seguido un escrupuloso protocolo higiénico para llevar a cabo la recaudación económica, usando en todo momento guantes para la manipulación del dinero y de los sobres o dejando los sobres en cuarentena durante dos semanas antes de realizar el recuento.
Pero si algo hemos echado de menos en esta campaña, han sido dos actividades fuertemente arraigadas en nuestra casa: la cuestación con las huchas por las calles del barrio y la paella solidaria. En cuanto a la primera, el momento de salir a las calles con las huchas suponía una bonita manera de conseguir implicar a todos los delegados y delegadas de solidaridad, creando lazos entre los más pequeños que salían acompañados de los más mayores del centro. Con respecto a la paella solidaria, hemos perdido un magnífico momento de familia entre el profesorado y el alumnado de los segundos cursos de Bachillerato y FP, que en este curso abandonarán nuestra casa para proseguir con su vida formativa y laboral.

Pero, a pesar de estas dos actividades que nos han faltado, hemos podido comprobar el magnífico compromiso que tiene con los misioneros toda la familia salesiana de Triana. Porque en Triana, el coronavirus frenará muchas cosas, pero no detiene la solidaridad.